Y fui tan difícil de convencer como tú..."
"El conocimiento silencioso" de Carlos Castaneda
"A mayor temperatura...mayor será el temple del acero."
Día 3
D esa pared siendo
Zazen...
Al toque de la primer madera ya me encuentro en el zafu.
Respiro, sigue la atención al oleaje mental, la mente se ajusta al ritmo de la respiración,
siento el esfuerzo por sostener la postura...atención.
Un intervalo de silencio sin oleaje...
Escucho la voz Maestra indicando que pida kyosaku.
Respondo con un inmediato gassho.
"Despierto" desde ese intervalo de silencio y la mente interroga: pero, dónde estaba? quién?
Un espacio, un instante, una fracción de segundo...
Día 4
Llegué al dojo con un tigre dentro,un volcán en erupción ocupando todo el cuerpo,
por las venas, corriendo lava de adrenalina.
El día anterior había cruzado el pensamiento de cambiar de zafu, una forma de movilizar estructuras mentales, cambiando de sitio.
Reflexiono sentada junto a Jisen san, percibirá ese remolino de ira que traigo al zafu?
justo a su lado, sentada sobre el tigre…
Las emociones fueron cediendo centrada en la respiración y el transcurso del tiempo, decantando como sedimento de un río turbulento entrando a la calma. Ese estado "irascible" perdía peso. Sin él, tendría conciencia del estado de calma?
una aparente superficie de inestabilidad en un fondo de "perfecta" armonía...
Y estaba sentada ahí... la ira ya no estaba.
Día 5
Esa mañana recreamos el pedido de kyosaku durante el zazen.
El kyosaku, un bastón plano de madera con el que el jikido, representante del bodhisatva Manyusri, despierta a los meditadores cuando se duermen o sus mentes están agitadas.
Ensayamos sin saber que esa misma noche, en la práctica del zazen, Senryu san sería el encargado de representar al bodhisatva.
Escuchaba su deslizarse al caminar acercándose. Con las manos en gassho y a la espera,
mi cuerpo era todo emoción.
Senryu san colocó el kyosaku con suavidad sobre mi hombro derecho dando la indicación señalada para inclinar mi cabeza a la izquierda, facilitando el golpe en el hombro derecho.
De inmediato, al impacto del kyosaku, un fogonazo de luz me cegó por completo,
junto a un oleaje, como volcán ardiendo que ascendió por todo el recorrido de mi columna vertebral.
Cruzó en mi mente la idea: "El kyosaku es fuego"
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