miércoles, 19 de octubre de 2022

Recapitulación: La testigo, zazen de una principiante

"Un brujo sabe que si no vamos por nuestros fantasmas, ellos vienen por nosotros. Por eso, no deja pendientes. Recuenta su pasado, busca la coyuntura mágica - el momento exacto donde se involucró con los destinos de la gente - aplica toda su concentración a ese punto y desanuda los lazos del intento" 
de "El Don del Aguila" de Carlos Castaneda


"Las piedras afiladas se convierten en joyas preciadas..."
Charlotte Joko Beck


Día 1

Empieza el zazen, un encuentro con la sangha, un encuentro con el zafu, un encuentro conmigo misma.
El aroma del incienso, el barullo del tráfico en la calle, el sonido de las tres campanadas: profundo, intenso... Atiendo la respiración, la postura, las emociones. Hoy mi mente está agitada.

Siento la sombra del jikido -Ryushin esta vez- empuñando el kyosaku, deslizarse a mi espalda. Daian, en gassho, lo pide; luego Senryu; luego Shujun. También lo pide mi mente, pero dudo en sentarme sobre el dolor. Tras el golpe a Shujun desbordan mis lágrimas… Lo siento en mí. ¿Despiertan ellos?
La agitación, en los últimos segundos, se hace nube, se hace río...

Dos campanadas: llamada al kinhin. Cada paso, silencioso, lento, al compás de la respiración. Cuando olvido caminar en línea recta, Daian me indica la dirección a seguir. Observo los pasos de Senryu, los míos, lo que nos rodea en la habitación. En la segunda vuelta sincronizo al ritmo de Jisen sensei. Me asombra la sutileza de su huella deslizarse como seda, sin arrastrar los pies, como vuelo sobre el suelo.

Regreso al zafu, a la recitación del Fukanzazengi. Durante esta lectura escucho a la mente: "Cuánto que falta…". Sigo la entonación de Jisen, resalta la voz mántrica del jikido. La sensei marca en reto la tos de Masao.

Escucho lo que leo, escucho mi voz, el todo de la sangha… Nos detiene un silencio.


Día 2


Al toque de la tercera madera, me encuentro en el zafu alineando postura, buscando liberar puntos de tensión. Descanso a la espera de las campanadas. Gassho al saludo de Jisen sensei. El sonido agudiza la atención y, a la tercera campanada, sobre el zafu ya no hay nadie.

La testigo observa la corriente del pensar: idas y vueltas de ideas, preocupaciones y proyectos… hasta el comienzo de la somnolencia. La exhalación sirve de sostén, la inspiración vence el esfuerzo. Espirar me despierta...
La sombra del jikido alerta la conciencia. En gassho recibo el kyosaku que me acerca a Manjusri en la mano compasiva de Joan. Al rato, un nuevo combate entrecruza vigilia y somnolencia. Dos campanadas y despierto al sutra del manto.

Incorporación al kinhin. De pie, espero el sonido de la campanilla regulando la respiración, llevando la atención hacia las plantas de los pies. Siento cómo la tierra devuelve mi peso. A la señal damos el primer paso con la exhalación, sincronizados y conservando el espacio. Avanzamos suave, lentamente, hasta que la campanilla nos regresa al zafu.

En un segundo tiempo sin tiempo, un nuevo combate a la somnolencia… Vuelta al auxilio de la respiración.

¿Será que los pensamientos me duermen? ¿Y quién pregunta?



Día 3

Inicio con la llamada de las maderas. A la primera ya estoy sentada en el zafu, marcando la postura, descansando en ella. Respiro el mar, el aroma del incienso, y espero el sonido de las campanas. La última prolonga y guía hacia el silencio.

Busco en el cuerpo zonas rígidas. Siento las piernas en loto, la base de la columna alineada con el cuello, la cabeza que sostiene el cielo, brazos y hombros relajados… Una búsqueda más profunda. Pero la mente toma rienda, con sus idas y vueltas… Olas y más olas… Una marea intensa de pensamientos.

Luego poesía… Luego síntesis… Vuelo hacia el faro y escribo. Mi corazón impregna cada piedra de Miraflores de fragancia y el aire marino impregna mi corazón… Y olas y más olas frente a la rosa náutica… Observo cómo el surfista parece disfrutar hasta de la caída y el revolcar del mar.



Siento más el zazen… ¿Dónde la tensión?

En el kinhin observo la posición de las manos en shasshu… Cada paso, cada respiración, el avance del grupo… Isshin sale del zendo. Dudo si mantener el espacio que deja o cerrar el círculo.

Los pies reclaman, pero la mente regresa a lo cotidiano y al recorrido del día. Entra la reflexión sobre los vaivenes emocionales… Burbujas… Espuma…

Daian nos ha asistido como jikido y guiado con el gong las postraciones, la recitación del Hannya shingyo… Se me cruza el pensamiento que tengo que cambiar de zafu, que no siempre debo sentarme en el mismo sitio. Mente shoshin, mente de principiante…

Durante el té, Jisen sensei señala: “En zazen hagan zazen… Sean la práctica… El silencio… Uno… La sangha…”. Zazen no es solo sentarse en loto; es también la ceremonia del kyosaku, cuando el jikido, de la mano compasiva de Manjusri, ayuda a los demás en su zazen. Zazen no es "mi zazen", no es "mi kinhin"; es la oportunidad de ser uno con la sangha.

“Lo cotidiano queda afuera…" ¿Queda afuera?

La bruma cubre los cerros, la temperatura del mediodía se hace sentir, pero refresca la brisa del mar. Un equilibrio… El surfista sigue en el agua y casi no hay oleaje. Me siento tan bien sola… Conmigo misma…


Zuien



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