sábado, 2 de abril de 2016

Nos une el Silencio

"El modelo es la imagen del buda sentado, tranquilo. Hacer silencio profundo. No buscar nada, no tratar de atrapar y poseer más. Y luego, cuando algo he aprendido, suelto.
No debo quedar en la comodidad. Si sé algo de zen, no es que ya estoy iluminado o iluminada.

Hay que seguir. Es fundamental entender que todo es impermanente. 

El zazen frente a la pared es darse un espacio personal y privado, donde conectar la mirada hacia adentro. Sucede que todos queremos una respuesta, un método. No es así...

...es normal que la gente vaya a los templos a pedir, a negociar para seguir teniendo cosas. No se va a ningún templo a pedir, se va en busca de serenidad para entender, para cambiar la actitud, para estar serenos, para no buscar afuera lo que está adentro. Afuera no hay caso..."

Ven. Jisen Oshiro
Fundadora de Nanzenji, actualmente guía y responsable de la Comunidad Zen Sotoshu de Perú



Suele creerse en Occidente, que la actitud de un practicante budista consiste sencillamente en dar la espalda al mundo y a las demás personas, cultivando la meditación con el objeto de “entrar en trance” y experimentar, eventualmente, tratando de encontrar un estado individualista que recibe el nombre de Nirvana.
Pero la “mentalización” budista, lejos de desdeñar la vida, muestra una extremada solicitud hacia todas las formas de vida. Tiene dos aspectos: uno, la penetración en el significado y la realidad del sufrimiento a través de la meditación; y dos, la protección de todos los seres contra el sufrimiento, por la compasión y la no-violencia.
La meditación y la no-violencia se dirigen, ambas, hacia la protección de la vida en uno mismo y en los otros, al tiempo que se unen compasión y desprendimiento, percepción y piedad. La percepción obtenida por medio de la meditación no desprecia la vida sino que le profiere un auténtico respeto. Sin esta percepción no puede existir un auténtico respeto por la vida. Sin esta percepción es muy fácil multiplicar bonitas palabras, declararse “afirmador de la vida” y cantar loas al propio amor por el prójimo, mientras a pesar de todo esto se destruya a diestra y siniestra.

“…Protegiéndose, uno protege a los otros; protegiéndolos, uno se protege a sí mismo.
¿Y como protege uno a los otros, protegiéndose?
Por la práctica repetitiva, el cultivo de la mente que brinda la meditación, y cuidándose continuamente en esto.
¿Y como se protege uno, protegiendo a los otros?
Por medio de la paciencia, de una vida no-violenta, por medio del amor, la cortesía y la compasión.”
(Nyanaponika Thera, The Heartt of Buddhist Meditation, Colombo, 1956, p.57.)

El Zen y los pájaros del deseo
Thomas Merton
Editorial: Kairós-1994

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